jueves, 18 de noviembre de 2010

Modelo matemático sobre las consecuencias de la elección del orden de los apellidos


Los investigadores Raúl Toral y Luis Fernández Lafuerza, miembros del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC), Instituto de investigación mixto de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han elaborado un modelo sobre la evolución derivada del orden de los apellidos en el Proyecto de Ley del Registro Civil, que actualmente se halla en fase de tramitación parlamentaria en el Congreso de los Diputados .

Recordemos que el art. 49.1 del Proyecto establece: "La filiación determina los apellidos. Si la filiación está determinada por ambas líneas, el padre y la madre de común acuerdo podrán decidir el orden de los apellidos. En caso de desacuerdo o cuando no se hayan hecho constar los apellidos en la solicitud de inscripción, el Encargado del Registro Civil determinará el orden de los apellidos según su orden alfabético."

El trabajo de estos investigadores cuantifica la disminución o el aumento de la frecuencia de un apellido durante un determinado lapso de tiempo utilizando el criterio del orden alfabético. El resultado está relacionado directamente con el número de parejas que lleguen a un acuerdo a la hora de decidir el orden de los apellidos. Si los padres llegan a un acuerdo en un 50 por 100 de casos, los apellidos que empiezan por las últimas letras del abecedario disminuirán su presencia diez veces a lo largo de cinco generaciones. Por ejemplo, si en este momento existen 17.000 personas con el apellido Velázquez, dentro de cinco generaciones solamente habrá 1.700 personas. Ahora bien, si el porcentaje de acuerdo para fijar el orden se eleva hasta el 95 por 100, para conseguir la misma disminución del apellido (diez veces) se necesitarían 50 generaciones.

Los investigadores consideran que, a la vista de estos resultados, puede diseñarse un sistema que, siendo favorable a una política de igualdad entre el hombre y la mujer, no tenga como consecuencia una variación de la distribución estadística de los apellidos.

Texto del estudio [aquí]

Sobre el tema véanse las entradas de este blog del día 10.9.2010 y del día 11.11.2010.

4 comentarios:

  1. Si los matemáticos son capaces de encontrar una fórmula para esto, es señal de que el próximo rector de la UCM ha de ser matemático...

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  2. Julio, creo que es más fácil crear un modelo matemático para esto de los apellidos que dirigir una Universidad

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  3. Muchas gracias por facilitarnos este artículo. Es estimulante que en tan poco tiempo tengamos un acercamiento matemático a esta cuestión. Me queda la duda de cuáles serían las proyecciones si el porcentaje de acuerdo es mucho menor que un 50 por 100. Soy incapaz de utilizar la fórmula que proponen para encontrar yo mismo el resultado; aunque me imagino que podría suponer que con una tasa de acuerdo de un diez o un veinte por ciento en tan sólo dos generaciones ya podríamos ver resultados significativos de la nueva regulación; esto es, una cierta disminución de los apellidos más cercanos a la Z.
    En el artículo ya advierten de que hay muchos factores que podrían ser introducidos para matizar los resultados; pero quisiera destacar uno: parecen asumir que en los casos de acuerdo se producirá una distribución "aleatoria" de los apellidos; esto es, que en los casos de acuerdo no se verá afectada la disminución de la frecuencia de los apellidos de las últimas letras del alfabeto. Pienso, sin embargo, que esto no será así porque el acuerdo estará condicionado por la circunstancia de que cada progenitor sabrá que en caso de no llegar a dicho acuerdo será preferido el apellido que se encuntre más cerca de la "A". Es decir, aventuro que es probable que incluso en los casos de acuerdo se produzca una cierta tendencia a hacer primar los primeros apellidos de la lista. Dicho de otro modo, uno de los progenitores pactará porque sabe que de no pactar se llegará igualmente al mismo resultado.
    Saludos cordiales, Federico. Siempre es un placer leer tu blog.

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  4. Rafa, gracias por tu interesante comentario. Efectivamente, creo que llevas razón. No lo puedo demostrar matemáticamente (soy una auténtica nulidad con las matemáticas) pero la lógica y el sentido común así lo indican. En nuestros respectivos casos, nuestras madres (o progenitores B) hubiesen podido pactar, en pro de la armonía conyugal, porque la letra de sus apellidos está situada alfabéticamente por detrás del apellido de nuestros padres (o progenitores A). Si no pactaban, el resultado era el mismo. En mi caso, quien tiene la sartén por el mango es mi mujer (progenitor B), puesto que su apellido empieza por la letra A. Por tanto, de haber existido en su momento la norma que ahora nos ocupa y si ella hubiese querido imponer sus apellidos lo hubiera tenido fácil, bastaba con que se hubiera negado a llegar a un acuerdo y entonces, tanto si yo (progenitor A) me avenía como si no, el resultado era que primaba su apellido sobre el mío. Es decir, mis hijas tendrían hoy el orden de los apellidos cambiados. El sistema parece introducir un sesgo en favor de los apellidos que empiecen con las letras más próximas a la "a".
    Otro resultado a largo, largo plazo es que se perderán las estirpes. Con el sistema que se propone, en un par de siglos será muy difícil reconstruir la historia familiar, pues los apellidos habrán cambiado de orden varias veces.
    A mí lo que me maravilla de este tema es que, con la que está cayendo, que asusta, nos dediquemos a hablar del sexo de los ángeles; quiero decir, de sus apellidos.
    Un saludo.

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