Hoy, 7 de febrero, Conflictus Legum cumple dos años de existencia. Lejos de mi pensamiento que la aventura iniciada en 2008 para dar salida a la información que compartía con un grupo de amigos llegaría a tener la aceptación que ha llegado a cosechar en estos 24 meses. Mi agradecimiento, por tanto, a todos los lectores y, de una manera especial, a todos aquellos -que no sois pocos- que me hacéis llegar información para publicar en el blog.
En agradecimiento a los visitantes y seguidores de Conflictus Legum os dejo un vídeo sensacional. Se trata de la interpretación del cuarto y último movimiento (Allegro con spirito) de la sinfonía núm. 88, en sol mayor, de F.J. Haydn realizada por la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la dirección de Leonard Bernstein. Poco puedo decir de una música tan fantástica -llama la antención la escasez de temas utilizados, uno por cada movimiento, sabiamente desarrollado por Haydn- pero si a ella se le añade la visión de Bernstein, el oyente se queda boquiabierto. Con todo, la maravilla de este vídeo está en la segunda parte, a partir del minuto 3'46", en el que se contiene la propina del concierto. ¿En qué consistía esta? Pues en la repetición del último movimiento de la sinfonía, pero esta vez dirigida por Bernstein utilizando exclusivamente gestos de la cara y sin hacer uso de los brazos y las manos. Sólo una gran orquesta, como la OFV, y un gran director, como Lenny, son capaces de este prodigio, sin que, además, el hecho resulte pretencioso. Fijaos en que la orquesta no necesita más que un movimiento de la cabeza, un leve fruncimiento de labios, el enarcar una ceja o una simple mirada del director para ejecutar lo que este espera de ellos. Finalmente, y no me cansaré de destacarlo, en todas las actuaciones de Bernstein lo que más me llama la atención es su humanidad, que se transparenta en la concepción de la propia música que dirige y en el trato, de complicidad, que dispensa a los músicos de la orquesta. Y todo ello era correspondido por la Filarmónica de Viena, que adoraba a Bernstein. Un detalle: al final de la interpretación Lenny abraza -¡y besa!- al concertino (quien conozca un poco la frialdad austríaca, valorará ese gesto) y dispensa gestos de agradecimiento y afecto al resto de miembros de la orquesta. Gestos todos que contrastaban con el trato de otros grandes directores que dirigían esa orquesta. Contrastan, por ejemplo, con la frialdad de un Karajan o con el trato despótico y desabrido (me atrevería a decir que inhumano) de un Karl Böhm, todos ellos en las antípodas de Bernstein. Y ¿qué me decís del público? Está encantado: mirad durante la propina las primeras filas que están detrás del plano general de Bernstein. ¡Es que no creen lo que están viendo! No salen de su asombro. Se lo pasan en grande, disfrutando de la música junto con la orquesta y el director. Y esto es precisamente la música: un disfrute para el espíritu, que nos hace más humanos. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a estas grabaciones de vídeo, que nos permiten asistir, viendo y escuchando, a estos acontecimientos irrepetibles. Sin más preludios aquí tenéis el vídeo.
En agradecimiento a los visitantes y seguidores de Conflictus Legum os dejo un vídeo sensacional. Se trata de la interpretación del cuarto y último movimiento (Allegro con spirito) de la sinfonía núm. 88, en sol mayor, de F.J. Haydn realizada por la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la dirección de Leonard Bernstein. Poco puedo decir de una música tan fantástica -llama la antención la escasez de temas utilizados, uno por cada movimiento, sabiamente desarrollado por Haydn- pero si a ella se le añade la visión de Bernstein, el oyente se queda boquiabierto. Con todo, la maravilla de este vídeo está en la segunda parte, a partir del minuto 3'46", en el que se contiene la propina del concierto. ¿En qué consistía esta? Pues en la repetición del último movimiento de la sinfonía, pero esta vez dirigida por Bernstein utilizando exclusivamente gestos de la cara y sin hacer uso de los brazos y las manos. Sólo una gran orquesta, como la OFV, y un gran director, como Lenny, son capaces de este prodigio, sin que, además, el hecho resulte pretencioso. Fijaos en que la orquesta no necesita más que un movimiento de la cabeza, un leve fruncimiento de labios, el enarcar una ceja o una simple mirada del director para ejecutar lo que este espera de ellos. Finalmente, y no me cansaré de destacarlo, en todas las actuaciones de Bernstein lo que más me llama la atención es su humanidad, que se transparenta en la concepción de la propia música que dirige y en el trato, de complicidad, que dispensa a los músicos de la orquesta. Y todo ello era correspondido por la Filarmónica de Viena, que adoraba a Bernstein. Un detalle: al final de la interpretación Lenny abraza -¡y besa!- al concertino (quien conozca un poco la frialdad austríaca, valorará ese gesto) y dispensa gestos de agradecimiento y afecto al resto de miembros de la orquesta. Gestos todos que contrastaban con el trato de otros grandes directores que dirigían esa orquesta. Contrastan, por ejemplo, con la frialdad de un Karajan o con el trato despótico y desabrido (me atrevería a decir que inhumano) de un Karl Böhm, todos ellos en las antípodas de Bernstein. Y ¿qué me decís del público? Está encantado: mirad durante la propina las primeras filas que están detrás del plano general de Bernstein. ¡Es que no creen lo que están viendo! No salen de su asombro. Se lo pasan en grande, disfrutando de la música junto con la orquesta y el director. Y esto es precisamente la música: un disfrute para el espíritu, que nos hace más humanos. Nunca estaremos suficientemente agradecidos a estas grabaciones de vídeo, que nos permiten asistir, viendo y escuchando, a estos acontecimientos irrepetibles. Sin más preludios aquí tenéis el vídeo.
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